21 de abril de 2020

Crónica de mi segunda cuarentena.

Antes de escribir me voy a sacar la culpa que me suele dar vueltas, esa que se convierte en una vocecita que dice: “no romantices la cuarentena por hay gente que la pasa mal con todo esto”, porque la verdad es que ante cualquier situación en la vida que ocurra la percibe de distinta manera cada persona en particular y cambiar el mundo rumbeando ese camino no nos llevará a ningún lugar. Haya evento o no haya evento, siempre habrá cosas que no podremos controlar. Además como decía Neruda en un poema que les citaré:”la vida es sólo lo que se hace, no quiero nada con la muerte.”

Era el primer día del año 2006, tan blanco y limpio como lo suele ser pasada la media mañana y, como de costumbre, elegí viajar atrás así podría estirar las piernas y comenzar a leer un libro de Virginia Woolf.
Si llegué a leer algo de la novela, no lo recuerdo, ya que después de unas horas,  de viaje y almuerzo ya me iba relajando y dispersando. La verdad es que no tenía muchas ganas de hacer ese viaje; mi cuerpo estaba pidiéndome que me quede en casa a pintar o dibujar. Ya estábamos muy metidas en unas cinco o seis hora de viaje cuando, de pronto, despegué mis ojos del libro porque escuché la voz de grito de mi hermano y miré hacia a adelante; tan ínfimo fue ese instante entre suceso y suceso que no pude ni apenas alzar la voz para alertar.

“A medida que aceleramos mis recuerdos me estremecen
Y en un soplo veo proyectado como un film toda mi vida
Ya no sé si el cielo está arriba, abajo o dentro de mi
Y aunque el paisaje sea tan extraño creo haber estado aquí.
….
Y ahora todo es una luz tan clara que a mi lado ya no hay nada
Solo alegría, paz y armonía y esa luz que es tan tibia
Y bien comprendo eso no era un sueño en ese auto estaba yo
Y ese auto estaba todo roto y con fuego en su interior.”

Decía una canción de Sueter y yo lo sentí así.

La novela  que estaba intentando leer se llamaba “Fin de Viaje”, y con ese tan premonitorio título aún conservo el libro entre mis cosas.  Sin saberlo, ese  momento marcó el comienzo de la primera cuarentena de mi vida. Evidentemente, ahora no es la primera vez que me bajo un ratito de este mundo.

Fue difícil transitar aquellos primeros meses del 2006: yo recuperándome; aprendiendo literalmente a caminar, encogiéndome junto a mis venas cada vez que las buscaban para pinchar, sintiendo el raro olor que emana la mezcla de tardecita y el miedo, extrañando la voz y los abrazos de mi madre, recibiendo visitas que no invité. Pero también, con el pasar de los días la cara de la luna fue mostrándose mejor y empecé a ver y sentir la  vida de otra manera, me volvi un poco más sensible, más poderosa porque empecé a darle vida a mi palabra: empecé a escribir. Escuché la mejor música de la que había conocido: descubrí la trova, leí las mejores lecturas; los autores justos. Tuve los mejores intercambios con amigos y amigas. Hice un blog y escribí mis memorias. Me atreví a negociar por un ratito mi libertad con un enfermero quien me enseñó a pincharme para poder pasarme el antibiótico por las venas así poder escaparme con mis hermanos a la Feria del del Libro. Nunca les dije a mis hermanos pero aquella tarde, tomando mate en los bosques de Palermo, fue  una de las más lindas de mi vida. Estando internada en casa, me saqué el pijama,  cambié de actitud y me curé preparando un final de Electrotecnia y así, el virus intrahospitalario que afectó por varios meses la operación en mi columna se fue yendo solito y sin más medicamentos  que ese renacer; así es como volví a creer en la vida.

Hoy la cuarentena me toca de cerca otra vez pero diferente,  más madura quizás, con algunos miedos, pero con un alivio en común. Siento lo mismo que aquella vez, siento que se me dió un permiso externo para hacer lo que siento y no lo que debo, que se me da un permiso para sentir. Quizás la cuarentena volvió otra vez para que entienda, de una vez por todas, que a este mundo vinimos a ser felices con las que disfrutamos y sabemos.
De aquel tiempo de primeras cuarentenas a esta parte, trabajé mucho, hice amigos, hice amores, nacieron sobrinos, aprendí a conducir en La Patagonia, me mudé muchas veces, crucé cinco veces el océano, me volví un poco loca y hasta hice mi primer asado en días de cuarentena.

Y yo aquí con mi alma desnuda buscando pintar, escribir y crear; las tres cosas que me mantuvieron viva hoy y siempre.

Ceci.