Recorrí muchas ciudades en las que no te
encontré. Atravesé momentos difíciles, insulsos hasta, incluso, algunos bellos
e inolvidables y no te encontré.
Anduve en bicicleta, en auto, en bus, en
metro, en barco y hasta en camión de cargas peligrosas y no; no te encontré.
Estuve en lugares convencionales y no tan convencionales sumergidos en
instantes realistas y surrealistas, como extraídos de un sueño. Pero no, no te
encontré.
Escuché muchas melodías, historias raras e
increíbles, pinté cuadros, crucé rostros donde parecía verse tu mirada y hasta
le puse música a algunos versos que luego borré. Y no, no te encontré.
Arañé tu mano en momentos difíciles, casi
cierro el libro de mi vida pero mirá: vinimos a la vida para pelear por
nuestros sueños y, entonces, me quedé. Así y todo; no te encontré.
Cargué el teléfono, te llamé y nadie
contestó. Pues no te encontré.
Y mirá qué extrañas son las cosas, hoy
exactamente llevo trescientos días en este lugar. Luego de una tormenta de no
sé si polvo o arena de fractura, luego de que te escondieras junto a la luna
detrás de la barda, luego de besarme como hace años no lo hacían, luego de
abrir la puerta del baño, empapado, con tu espalda perfecta, tus párpados
rosados y tu leve sonrisa: ahí te encontré.
texto reversionado : 11/8/2015
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