12 de octubre de 2011

Calle de la Alegría.

Tenía pies pequeños, pero los más variados colores de zapatillas. Zuela lisa y cordones altos. Morrales con prendedores que me recuerdan sabores y colores de antaño. A los doce, mamá la encontró recortando el librito de Mafalda; revistas, retacitos y pedacitos de revistas recortadas saludaban al entrar a su cuarto: ella quería un collage en su escritorio. Decoró los cajones y hasta abajo, bien abajito donde no se ven ni los pies. La caída de las cosas las sostiene el piso, o el tiempo.

La caída de los sueños, sólo sus ganas de seguir.

Persiguiendo sus sueños, seguía decorando, empapelando de grafittis y alegría cada rincón que podía.

Un día la encontré tarareando canciones de Silvio y me acerqué. Ella rió.

Vino a visitarme mil y una vez; trajo vino y Virginia de diez. No hubo piso ni tiempo. Sólo las ganas.

Ayer fui a verla. Casi me pierdo; pero una calle iluminada, una esquina de cintas flúo al viento, unas clavas que rodeaban más allá de mi imaginación me guiaron y se burlaron del tiempo. Y de la gravedad. En la calle de la alegría estaba su casa. No había ni piso, ni tiempo. Sólo sus sueños.

Ceci

2 comentarios:

Unknown dijo...

Hermoso relato, de esos que te dejan con ganas de leer mucho mas... aqui cuentas con una nueva seguidora q esperara cada nueva publicacion...

te dejo mi blog por si te animas a visitarme http://abzurdahzenizientah.blogspot.com/

maria!!!

Fernando dijo...

Comparto lo dicho por Maria,sin olvidar que es excelentemente hermoso todos los escritos y se vuelven como "el tiempo,es a las horas,a los minutos, sin olvidar a los segundos"
PD: