28 de diciembre de 2009

Cada pie.

Y caminaba por el centro, disperso, en un mediodía gris.
Allí iba con su mochila discreta, un andar lento y un poco de dinero en su billetera.
Al pasar frente una tienda de artículos deportivos, entró a ver qué pasaba.
Fué donde vió unas confortables y simpáticas zapatillas que tan sólo costaban cincuenta pesos. Las compró.
Mientras volvía a su casa, pensaba cuánto dinero habrá pagado por cada zapatilla.
Una veinte y la otra treinta. No.
Veinticinco y veinticinco. No.
Cuarenta y ocho y dos.
Pensó que esa última era la más coherente.
Casi llegando a su casa, el dilema era saber cuál costaba dos y cual costaba cuarenta y ocho. ¿Cuál pisada vale más?
Si hay tanta desigualdad en cada una de las cosas de este planeta en las que pareciese tan obvia su equidad por definición, por qué no pensar que cada pie de uno mismo necesita una zapatilla de distinto valor?
Los pies támbien gozan de injusticias.
"Como en todos lados" diría el almacenero.
Llegó a la casa y se puso las zapatillas.
Ató los cordones de una sola.
Por las dudas.

ceci
dic09

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