17 de enero de 2011

Estoy hablando (I)

Me sirvió una cerveza con mucha crema que la protegía. Rico y redondo el sorbo que saboreo: cierro mis labios pasando dos vueltas (ida y vuelta) de las llaves de ellos, tan rojos.

Pensó repentinamente en que estos últimos cincuenta minutos se hicieron un elástico andante del tiempo e hicieron del mismo la posibilidad de recorrer, con la eficacia de un trueno, el compromiso de permanecer cada uno de nuestros deseos en la realidad.

La ropa; que, tirada en el piso, hizo que paralizáramos nuestras ganas de fumar un rato, sólo un rato. El piso; cuyas migas dispersas eran tan visibles como amigas íntimas de la gravedad. Los vasos; sus contenidos de antaño se solidificaron con franqueza, con atención, con empeño. Bien, hasta la posibilidad, benditos cincuenta minutos, retazo de aquello que en ocasiones llamamos tiempo, servida para esperar a ascensor más viejo, siendo que nos vimos derrocados ante la suerte de moneda que delata el hecho que ante dos ascensores en el pasillo viniera primero aquel.

Cruzamos la esquina; casi casi la esquina, mejor dicho, hasta llegar hasta lo de la china y su supermercado chino.

Compramos las bebidas y la cajera oriental sonrió (cuando él le tarareó la canción del verano mientras pagaba) con casi una carcajada dándole un final feliz a su cara de piedra, de catarata cuando esconde su gélida humedad.

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01.2011)

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