18 de octubre de 2010

Ella, la luna o la vida.

Ella se comía las uñas durante el día, impaciente porque no llegaba la noche. Una vez caído el sol, la luna asomaba y, allí mismo nomás, ya le empezaba a resultar aburrida la noche y pero más aún la luna. Porque estando allí, así como estando, o haciéndose que se está, ya no tenía cual luna extrañar.
Sí, claro, como era de esperar, también se comía las uñas esperando el día durante toda la noche. Porque estaba bueno el día y se ponía más bueno aún esperando la noche.
Jodeme, y ¿así se le pasaba la vida?
Pero la luna, qué hermosa que es la luna señores; y, sin embargo, ella no supo ni un poquito contemplar la inmensidad de su luz, que no es nada menos que un puñado de sol, envuelto en la bella redondez de su reflejo.


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