8 de mayo de 2008

Verdesclaros.

De las veces que se bañó de silencio, buceando sin buzo bajo las profundidades del agua verdeclara. De las veces que la encontró perdida, sumergida, burbujeando, extendiéndole sus manos, emanando frescas e incansables ganas de abrazarlo. La encontraba nadando, abriendo con sus delgados brazos un camino incierto; desnuda, feliz, sonriente de haberlo visto, de haberlo encontrado, en silencio humano. Solos, en compañía del sonido del agua de aquellas profundidades.

De aquellas veces, de haber contenido la respiración, al ir a buscarla, a cambio del abrazo; de haber sostenido, ambos, la pureza de sumergir de humedad sus almas y de haber rozado con la hermosura de sus pechos mojados .

De haber logrado llegar juntos a la superficie, haber rodeado sus cinturas y finalmente haberse perdido en un descuido, en un instante.

Hoy relampaguea sobre sus cristales la tristeza, por haberse alejado de aquel lugar, de aquellas aguas. Hoy le dolieron sus manos. Sus recuerdos lo refrescan, empapan su vida cada vez que entendemos que el agua se escurrió.

Le dolieron con desesperación sus grises manos, a las cuales ya le han desaparecido las húmedas arrugas de sus yemas.

Desesperado y desesperanzado, encerrado en su refugio de San Telmo, decidió salir a caminar, aplastando viejos zócalos con duro impulso, durante horas posteriores a la medianoche. Entre las desoladas penumbras de las calles buscó, sin fortuna, algún color verdeclaro. Encontró allí al predecible e incontable abismo. Caminó, caminó tanto, porque lo desesperaba el vertiginoso dolor de sus manos.

Al volver, su dolor desapareció, pero comenzaron a latir sus pies dolidos, por haber caminado tanto, tal vez.

Recostado sobre su cama, apoyando sus manos sobre su pecho, envolvió sus ojos de calmos párpados para volver a soñar, sumergido, en aquellos húmedos verdesclaros.

Se quedó así por un buen rato, lejos de imaginar que ella, aún hoy, sigue siendo un sí; porque todavía se encuentra nadando, abriendo con sus delgados brazos un camino incierto, tan cerca y tan lejos, tan sumergida allí, bajo el agua, con sueños de aquellos abrazos húmedos, tan verdesclaros.

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Ceci 08

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