Dije.
Pero, ¿cómo no pensé que hoy es viernes, las campanas doblarían y llamarían al azul diamante de tus ojos soñados?
Hoy, la ciudad y el destino acompañan a mis alas a levantar vuelo en una soñada batalla.
A veces, creo entender que el tiempo me susurra por las noches preguntandome qué es lo que me cuesta comprender.
¿Señal para seguir soñando?
Soñado, si, soñado.
Si en ese momento hubiera tenido una tijera gigante, hubiese recortado feliz el fragmento de vereda donde allí dulce esperabas; si hubiera tenido un bolsillo gigante, me hubiese llevado con tanto egoísmo la calle entera, los autos que pasaban por allí y sobretodo el ómnibus que nos traería a casa.
Me pregunto si también habrás sentido que, en ese dulce y soñado paréntesis del tiempo, dimos cuenta que jamás se han roto nuestros cristales, como alguna vez hemos creído.
Porque aún nos quedan motivos, porque conversarnos fue como untar con dulce crocantes tostadas, yo para tí y vos para mí.
Soñado, es viernes soñado. Doblé aquella esquina y me declaré muerta, imaginando que si volteaba la mirada, la imagen de tu cuerpo alejándose gracias a la injusta perspectiva llenaría de pequeñez toda la grandeza de haberte visto allí, perfectamente soñado.
Otra vez, me iluminé de tu risa.
Otra vez, estabas soñado.
ceci. mayo 2008
No hay comentarios.:
Publicar un comentario