Con la elegancia de un señor,
como príncipe a pleno camino
de repente se abrió la puerta.
A rajatabla.
Así te quiero.
Estabas allí, inmóvil, penetrante,
de cómplice mirar.
Fuerte e inaccesible.
Ácido y prohibido
A lo alto, allá arriba.
No te caigas,
puede que así no me salve.
Como imagen de una postal en mi mente,
sangro si no te tengo, así.
No respiro.
Y pregunto y me respondo,
cual es tu perfume de lo imposible.
Prohibido, así te quiero,
A lo alto, allá arriba.
Tu sonrisa dice saberlo,
Por las dudas ni pregunto.
No te caigas,
puede también que te salve.
Pero así como con lo que resulta demasiado,
así, como aquello que me desgarra de hermoso,
donde no hay bordes ni besos,
duras no más que un suspiro,
huyes de las placenteras garras del ideal,
y te me caes.
Casi prohibido, así ya no te quiero.
Pues, finalmente estás aquí,
en esta plataforma terrenal,
firme en este maldito suelo.
Con suficientes formas primitivas
para estar caído,
humanamente caído, débil y ya salvado,
con el dolor de lo real.
Mucho te inventé y mucho más te soñé.
Castillos de arena consumidos por el viento,
creación de mi inocencia de artesano,
de la mano de un camino
que no debes recorrer.
Y te caes, y así no respiro.
Ácido y prohibido.
Así te quise.
Más dulce fue ni siquiera terminar,
aquello que quizás yo y nadie más lo supo,
porque, sobre este mundano nivel,
imposibles razones existen para creerlo comenzado.
ceci
feb '08
No hay comentarios.:
Publicar un comentario