8 de julio de 2008

Sombrero de lana



Era un terrible poeta y tenía un sombrero de lana.
Sus manos parecían fuertes, escondedoras de exhibiciones que trae el aire de este frío, de este viento, refugiadas en sus bolsillos.
Era demoledora la impresión que me daba al tenerlo frente a mí, de conocer sus ojos hundidos como dos bellas depresiones de luz en su piel.
Sentí deseos de quedarme a vivir allí, frente a sus ojos.
No recuerdo si tenía barba, o tal vez una espalda refugiable.
Distraje mi atención en la concepción de sus palabras, en el tejido de sus versos, en el amor incomparable de su pecado mortal.
Decidimos que queda mucho lugar para escribir. Fue así como se me deslizaron las palabras de mis manos, como caídas de un puente que no rebalsa de firmeza, ni cerca está, donde uno a cada una de ellas en una pirueta imaginaria; nuestro pecado mortal.


ceci.

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